Al igual que practicar deporte nos permite desarrollar la habilidad y la forma física, la práctica de Mindfulness permitirá desarrollar en el niño el control de su atención y con ello la gestión de sus emociones, haciéndole vivir el presente desde un estado de calma y consciencia.
Algunos de los beneficios destacables del mindfulness para niños son:
- Mejorar el equilibrio emocional. Como sus mayores, los niños se ven arrastrados y mediatizados por sus pensamientos, sentimientos y emociones. A través de la práctica de Mindfulness los niños aprenden a ver, sentir y entender esos pensamientos y emociones como algo normal, que tan solo forma parte de ellos y que pueden gestionar. Entienden que ellos son mucho más que su emoción o su pensamiento. Entienden que pueden estar, por ejemplo, tristes y no pasa nada y que pueden “quitarse y ponerse” esa tristeza según el momento del día. Los niños que practican mindfulness tienen mayor facilidad para volver a una situación de equilibrio cuando se sienten tristes, angustiados o dolidos. Esto es una herramienta de gran utilidad para su desarrollo personal.
- Desarrollar la capacidad de resiliencia, al igual que el sol cae al finalizar el día y vuelve a levantarse con brillo y energía renovada al amanecer, nuestros niños deben aprender a recuperarse con brillo y energía renovada tras las caídas que tendrán en la vida, aprendiendo y centrándose en el momento presente, soltando el pasado y no angustiándose por el futuro.
- Mejorar la atención, es básico en la vida de nuestros hijos. No solo los convertirá en personas más eficientes, con mayor rendimiento académico, sino que aprenderán a saborear la vida, en cualquiera de sus momentos e instantes. Mejorar la atención les permitirá escuchar en lugar de oír, ver en lugar de mirar, saborear en lugar de comer y sobre todo sentir.
- Desarrollar la autobservación y el autoconocimiento. Mindfulness es un camino introspectivo que ayudará a nuestros hijos en su desarrollo como seres humanos, haciéndoles conscientes y aceptando de una forma liberadora sus capacidades, fortalezas y limitaciones.
- Potenciar la bondad, el altruismo, la compasión hacia los demás y hacia uno mismo,así como otras habilidades sociales que buscan el bienestar del grupo: la empatía, la colaboración, la objetividad o la paciencia, por ejemplo.
- Aprender a frenar su mente. La mente de los niños, al igual que la de los adultos, simula un programa obsesionado con la supervivencia y como tal les plantea continuamente escenarios futuros negativos, precisamente para ponerlos en alerta, huir y luchar. Si nuestros hijos no aprenden a gestionar y frenar esa “lavadora” de pensamientos, sus intensidades emocionales se disparan y con ellas las respuestas fisiológicas de lucha o huida en su organismo, que cuando se hacen crónicas terminan pasándoles factura. Empiezan a dormir mal, tener problemas de estómago, de piel, etc. A través del mindfulness, nuestros hijos aprenden a frenar su mente y reducir la intensidad de sus respuestas emocionales y fisiológicas.
- Aprender a responder en lugar de reaccionar. Se hacen más reflexivos y reducen su impulsividad, aumentando su autocontrol. Nuestros hijos aprenden a frenar antes de que sus sentimientos los lleven a comportamientos no deseables.